-¿Algo más que añadir? - Dijo el
diablillo con tono burlón.
Un diablillo enfundado en un traje
negro, chascando los dedos a ritmo de jazz, reclinando su silla hacia atrás.
-Si, un poco de azúcar en el café. -
Contestó la dama.
Una mujer joven, con una larga melena
rizada y pelirroja, que llevaba puesto un vestido blanco largo e iba descalza.
Cruzaron sus miradas durante unos
infinitos segundos de tensión, y todo se desvaneció.
Se despertó tirada en el lecho de
espinas, dolorida, magullada y empapada en sudor; el chamán la observaba
curiosamente mientras recogía la sangre negra que había desprendido en el
proceso, acto seguido la echó en la marmita.
Un humo verde brotó de repente. Los
envolvió.
Cientos de imágenes de catástrofes, un
reinado de horror, caos y pánico acecha el mundo.
Una risa de victoria, llena de maldad,
tronó.
-¿Qué has hecho? - Le increpó el chamán
con tono nervioso.
La dama se levantó hábilmente y corrió
desesperada hacia las profundidades del bosque.
Corrió hasta desfallecer...