jueves, 9 de agosto de 2012

Ojos


Sus ojos me miraban fijamente, tenían una expresión curiosa, era tan dulce… Esbozó una leve sonrisa, nos ofreció una mano a cada uno, intercambiamos una fugaz mirada, sin titubear, él agarró su mano, le imité. Sus ojos se tornaron blancos, toda la inocencia y dulzura que desprendía al principio esa pequeña niña, se había desvaneció, la sonrisa se tornó maléfica; no podíamos soltarnos, nos agarraba demasiado fuerte, tiramos, pero no servía de nada. Una pequeña descarga sacudió mi cuerpo y caí en el acto.

Me desperté en la esquina de una habitación, contra la pared, estaba completamente sola. No sabía nada de esa niña ni de mi amigo. La habitación era espaciosa, pero gris y lúgubre, tenía un pequeño ventanuco por donde entraba una pequeña luz. Me acerqué y miré a través de él, pude observar cómo la pequeña y dulce niña se había vuelto monstruosa, estaba ensangrentada,tenía garras en vez de manos, sus ojos se había vuelto completamente negros, su respiración era agitada; toda la inocencia que tenía en un principio desapareció. 
Cuando se dio cuenta de mi presencia corrió hacia el ventanuco, metió los brazos, retrocedí atemorizada. La estancia donde me encontraba empezó a menguar, y la criatura rompió la pared hasta llegar ante mi, de un zarpazo desgarró mi cuerpo y devoró todo mi ser.
 Esa niña... ¿Era humana? Físicamente lo parecía. Se nos apareció en medio de la noche, con un vestido largo azul, un lazo en su pelo azabache y esos ojos amarillos tan hipnóticos… ¿Dónde estaría mi amigo? 

El Lago


El reflejo de la brillante luna en el oscuro lago era hipnotizante, sentadas en la orilla, ella fija en la nada acariciándome la melena. Me apoye en su hombro y se despertó de su ensoñación. Me Abrazó fuerte como si mañana no hubiese.
-Sandra, te quiero, nunca me dejes. – Me susurró con su melodiosa voz.
-Tranquila, estaremos juntas para siempre.
Nos fundimos en un dulce beso lleno de pasión.
-Me apetece un baño nocturno.- dijo mientras se acercaba a el agua.
-Yo te espero aquí.
Se quitó el vestido y se zambulló en el agua.
Cogí la cámara y continué haciendo recuerdos de este maravilloso fin de semana en el lago.
De pronto, una luz salida del fondo del lago atrapó a Marina y se la llevó consigo. Me Levanté velozmente, grité su nombre, no contestó. Nerviosa, me tiré con ropa y todo al agua. Nadé, buceé, la busqué por todo el lago. Salí y seguí buscando por los alrededores. Cesé en la fallida búsqueda.
Mi amada Marina... ¿Dónde estás? 

Voces


Un susurro tronaba en mis oídos, inaguantable, me estaba volviendo loco. Subía el tono, lo bajaba, repetía sin cesar, una y otra vez... ¡Qué alguien lo pare! No dejaba de sonar, día tras día lo mismo, noches sin poder dormir, ¡callad esa voz! ¡Calladla!
No sabía de dónde provenía, simplemente la escuchaba repitiendo las mismas palabras constantemente. No hacía caso a la voz, no, no debía ¿y si así cesaba? No, no...
Me miré en el espejo: ojeras, ojos rojos y llorosos, el pelo revuelto, la piel blanquecina, los labios agrietados, la ropa sucia y sudada, los huesos, las costillas, se me notaban... Era un cadáver, la viva imagen de un muerto. No, no... Solo era un demente más en este insano mundo...
Llamé a la vecina de arriba, una joven hermosa que estudiaba recientemente en la universidad. Bajó con un precioso vestido blanco y su larga y lujuriosa melena negra recogida en un moño.
La hice pasar hasta el salón. La pedí que cerrase los ojos y juntase las muñecas y los tobillos. Agarré una soga y la até. Ella lo veía como un simple juego; pero era más que eso... La voz no cesaba, y cada vez hablaba con mayor intensidad:
 “¡Qué la matanza comience!”
La dejé inconsciente de un golpe seco en la cabeza y la tumbé en el sofá. Cogí una pistola: tres tiros en el corazón. Su vestido se tiñó escarlata y el color rosado de sus mejillas se fue apagando...
Las voces se esfumaron por ahora con una risa maléfica. Al fin podría dormir tranquilo, pero tenía que volver a huir de la ciudad. Nuevo nombre, nuevo hogar, nuevas voces, nueva victima...
¿Cuántas vidas he de segar para que mi tormento cese?