sábado, 9 de julio de 2011

Sueños (Primera Parte)



Antes de leer este relato, se ha de saber:


Rodazacs significa: cazadores
Orel-labac significa:
caballeros
Ahora, disfruten de la lectura.





“Aidna… Aidna… Ten cuidado… Ella te busca… Te quiere utilizar para hacerse con tu poder… Cuidado…”
Entre sudor me desperté, otra vez ese estúpido sueño del Dragón Rojo. Era aún temprano, los rodazacs no habían salido aún, así pues, decidí ir a despejarme por Las Llanuras de Ermétipes. A lo lejos divisé un bulto algo apartado del camino, me acerqué, intentando no pisar piezas metálicas y maderas quemadas. Era un simple Orel-labac, tenía mal aspecto, no tenía yelmo y su armadura estaba totalmente agrietada y oxidada, tenía la melena llena de tierra y polvo, varias quemaduras en las manos, pero su espada, con el símbolo del Lobo, estaba en perfecto estado. Agarré la empuñadura de esta, no tenía ni un rasguño.
- Eh tú, despierta.- Le di un par de toques con su espada.
Se removió entre gemidos y quejas. Estaba vivo. Le llevé en mi espalda hasta nuestro asentamiento, allí le tumbé en mi lecho, le puse un paño de agua fría en la frente y preparé algo para comer.
El Orel-labac despertó, parecía confuso y desubicado, se quitó el paño de la frente y se levantó. Observó la pequeña tienda donde se encontraba. No se percató de mi presencia hasta pasado un rato.
- ¡Ah! ¿Dónde estoy? ¿Quién eres? ¿Y mi espada? Por Lorac… cómo me duele la cabeza…
- Soy Aidna, hija de Mirakle, curandera del pueblo. Estás en el poblado de Catira, te encontré inconsciente en Las Llanuras de Ermétipes, ¿quién eres y qué hacías ahí?
- Me llaman Ikaros, Orel-labac del Lobo, de La Orden de Danke. Estaba con mis compañeros en una misión de reconocimiento, porque nos llegó un aviso de La Bruja Mirsana de que había un dragón rojo rondando Las Llanuras de Ermétipes.
- ¿Un dragón rojo?
- Sí, eso nos dijo Kantar, el superior. No sé por qué obedece las órdenes de esa Mirsana, desde que apareció todos quieren matarle para obtener su puesto y que así Mirsana les dé su bendición.
- ¿Y tú? ¿No quieres su puesto?
- ¡No! ¡Por Lorac! Yo respeto a Kantar, me crió como a un hijo, no podría herirle. Además, yo no venero a Mirsana, soy fiel a Lorac: El Poderoso… ¿Tienes algo para comer? Lo siento, me muero de hambre…
- Ems... Sí, toma. Mientras estabas inconsciente llegaron los rodazacs con algo de carne.
El hombre tragaba como si no hubiera comido en semanas. Me contó que La Orden de Danke antiguamente se situaba en Las Montañas Sadargas, pero que ahora se habían trasladado a los alrededores del castillo de Mirsana. Que ella les hacía cazar dragones para encerrarlos en sus mazmorras, quitarles sus escamas brillantes y teñirlos de oscuridad.
Una vez concluyó de comer, le di algo de ropa tradicional de Catira y le dejé la vieja armadura de mi padre.
La noche se cernió sobre Catira, que quedó iluminada por una luna llena sangrienta. Preparé un segundo lecho para poder descansar ambos y nos sumimos en un profundo sueño.