lunes, 22 de agosto de 2011

Sueños: Cuarta Parte

“Aidna… Aidna… Lleva el medallón contigo y te protegerá de todo mal… No te preocupes por Ikaros, Lorac le protegerá… Le ha ayudado siempre…”
Me despertaron los primeros rayos de sol. Uno de los caballos estaba muerto, destripado y pálido, el olor era insufrible, ¿cómo no pudimos enterarnos?
- ¡Ikaros! Despierta… ¿Dónde se ha metido?
Salí de la cueva rodeando el caballo sin vida, miré a los alrededores y no estaba, por el camino no había subido nadie. Volví a entrar en la cueva, ¿y si había ido más profundo? Cogí una rama, la prendí y empecé a andar por la rocosa cueva.
El aire era cada vez más húmedo y hacía más calor a cada paso que daba. Un ratón jugueteó entre mis pies descalzos. Había un resplandor al fondo, así que apagué el fuego y seguí caminando con cautela. Un pequeño dragón dorado era quien emitía el brillo que iluminaba la cueva.
- No te acerques Aidna.
Estaba Ikaros tirado en el suelo, luchando por levantarse, pero no podía. ¿Qué hacía aquí?
- Lo siento, él me llamó, me dijo que viniera aquí, y así me trata…
Me acerqué a Ikaros sin hacer caso a su petición, le ayudé a levantarse y le alejé un poco. El dragón me miraba con interés. Dejé a Ikaros apoyado en la pared y me acerqué donde antes estaba él.
- Hola, me llamo Aidna…
- Sé quién eres y por qué estás aquí, pero así como vas, no lograrás nada, Ella es demasiado poderosa, no puedes hacer nada contra ella, ya caíste en su trampa, ya probó tu poder, te vigilamos Aidna, Shade te manda mensajes en sueños, y yo ahora estoy vinculado a ti, llevas el colgante que me quitó Mirsana, como la conocéis los humanos, en él –señaló a Ikaros- reside un gran poder, el destino quiso que os encontrarais, no lo estropeéis. Si en algún momento necesitáis de mi o de Shade, toca el colgante y nómbranos, estaremos ahí para lo que necesites. Ahora, ve en busca de Kalansarsa, te ayudará.
- No sé tú nombre…
- Karku
El dragón dorado desapareció, dejando iluminada la cueva, Ikaros se levantó y me abrazó.
- Lo siento, él me dijo que corrías un gran peligro, que te protegiera. Él fue el dragón que me dejó inconsciente donde me encontraste y ahuyentó a mis compañeros, yo… tenía miedo de que te hiciera algo…
- Tranquilo, ahora tenemos problemas, uno de los caballos ha sido destripado.
- Lo sé… vi a un ser pequeño, como un bufón acercarse al caballo destriparlo, mirarme con esos fijos ojos blancos y desvanecerse…
Volvimos sin proferir palabra al principio de la cueva, donde nos esperaba el otro caballo, desayunamos y nos pusimos en camino hacia Catira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario