viernes, 21 de mayo de 2010

Gélido Aliento

Sangre...Un rastro escarlata sobre el arcén, un débil sollozo de mis labios, una pálida mano en mi garganta, sujetando mi ladeada cabeza hacia atrás.

-No tengas miedo, no te haré daño.

Un aliento sentí sobre mi nuca y una húmeda lengua recorriendo cada centímetro de mi dulce cuello.
Me estremecí, mis ojos se abrieron estrepitosamente y un grito ahogado proferí: Había clavado sus colmillos en mi piel.
Frío, mucho frío, un gélido susurro me devolvió a la realidad, eran los árboles chirriando al compás del viento, y los pájaros volando en libertad.
Tirada en un callejón cual perro viejo, desangrándome, y este ser despreciablemente hermoso extrayéndome hasta la última gota de sangre.
Esta era la realidad, moría lentamente en brazos de un monstruo, un ente tan sumamente bello que cegaba, el ser fantástico que admiraba era simplemente un engendro que se estaba alimentando de mi en medio de la oscuridad de la noche invernal.
Las punzadas de dolor cesaban con lentitud, extrajo sus dientes de mis venas y susurró:

-Manjar más delicioso y exquisito mi paladar no ha probado en siglos.

Me levantó con sus fuertes brazos y velozmente me llevó a un frondoso bosque donde me posó en el suelo sobre un manto de hojas secas.

-Aquí te quedarás, mañana, Luna Llena, volveré a por ti, y serás una de los nuestros al fin.

Desapareció entre la espesa niebla...
Grité, lloré, supliqué clemencia, rogué que el dolor cesara mientras una débil vocecita repetía “Ya queda menos para que tu sufrimiento acabe, tranquila.”
¿Qué me está pasando? Estuve en el lugar equivocado en el momento erróneo....¿Por qué? ¿Me estoy volviendo como él? No... No podría ser tan perfecta...¿Moriré aquí mismo? ¿Sola, abandonada, sin nadie que lloré mi pérdida...?

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