martes, 29 de septiembre de 2009

Los lobos


Corría jadeante bajo la lluvia en un desesperado intento de escapar de sus ávidas fauces. El espeso bosque y la oscuridad del día no me dejaba ver el camino, huía sin rumbo con el temor de guía. Me detuve para tomar aire, miré al cielo y unas frías gotas de lluvia limpiaron mi rostro embarrado por las numerosas caídas. Oí el ruido de las pisadas y gruñidos de la manada de lobos que me perseguía, tenía todos los sentidos alerta, tenía que huir de allí como fuese. Continué la marcha, redoblando el paso, más rápida que nunca.Una luminosa ciudad apareció ante mis ojos, <<¡Al fin!>> pensé. Descendí a trompicones por la ladera de la colina y llegué a una ancha calle. Aporreé la puerta de la primera casa que encontré.

-¡Abran por favor! ¡Me persigue una manada de lobos sanguinarios! – Grite lo más fuerte posible.

Después de una eternidad, la puerta comenzó a abrirse rompiendo el silencio con estridente chirrido y exasperante parsimonia y un joven con apariencia confusa me estudió. Al final de la calle por donde había venido empezaron a parecer lobos Atónito ante la cantidad de bestias que se acercaban sin reparo, palideció. Le empujé hacia el interior de la casa para refugiarnos. Una vez dentro corrí el pestillo de la puerta principal y me desplomé sobre el suelo, al fin podía descansar a salvo. El chico recuperó el color natural de su rostro y se agachó a mi lado.

-¿Po-podrías explicarme qué ha pasado? – Balbuceó.
-No lo sé. Me desperté en medio del bosque y había un lobo sentado enfrente de mí, rojas gotas de sangre caían de su hocico, y sus oscuros ojos estaban clavados en los míos. – Cogí aire. - En cuanto me di cuenta ya estaba corriendo perseguida por ese lobo. Hubo un momento en que pensé que le había despistado, pero escuché un aullido y cientos de lobos a parecieron de la nada, empezó a llover y resbalé varias veces con el barro que se formaba a mis pies. No sé como he logrado llegar hasta aquí. – Expliqué.
- Has tenido mucha suerte.

De repente oímos ruido de cristales rotos y un violento escalofrío recorrió mi cuerpo. Unos amenazadores gruñidos se escuchaban en el interior de la casa.

-Antes de morir masacrados por unos lobos... me gustaría saber tu nombre.
-Mónica y ¿el tuyo?
-Jesús.

El ruido de unos pasos nos hacía retroceder más y más hacia la esquina. Estábamos arrinconados, temblando de pánico. ¿ Qué pasará con nosotros? ¿De dónde salieron esos lobos? ¿Cómo aparecí en medio del bosque?

1 comentario:

  1. Hace más de un mes que no escribes nada, ya me aburro de ver la misma página. la vagancia es la madre de... ¡Mierda! Ahora no me acuerdo, pero sé que es la madre de algo.

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