miércoles, 9 de septiembre de 2009

Exhalo mi último aliento


Todo sucedió una tarde oscura de invierno. La gente no salía de casa por miedo a la lluvia, pero yo cogí mi sombrero, mi gabardina y me dispuse a salir.
Daba vueltas alrededor del vecindario, poniendo mis pensamientos en orden. En un momento oí al pasar por delante del cementerio unos jadeos regulares, no podía identificar su procedencia, pues venían de diversos lados. Me paré repentinamente, vi en el suelo una sombra muy oscura, era un cuerpo. Estaba sudando, me acerqué para observarlo mejor, era un hombre estaba bocabajo, lo di la vuelta para verlo mejor. Llevaba puesto una capa negra y ropa gris, tenía sangre por toda la camisa, al ver la sangre solté el cuerpo sin vida y me alejé unos pasos, estaba atónita.
Un escalofrío sacudió mi cuerpo y una mano siniestra me tocó el hombro.
- ¿Qué hace aquí una muchacha tan joven ?
Contuve un escalofrío al oír su voz, no era muy agradable. Me giré para poder verle, era un hombre viejo, con pelo blanco, vestía traje gris y capa negra, como el cadáver, su cara, sus manos, se parecía a las del cadáver pero ya avanzada la edad.
Aparté su mano de mi hombro, tenía la piel helada, él se dio cuenta de que estaba muerta de miedo, puso una sonrisa malévola, tenía los colmillos afilados y blancos. Se dio cuenta del cadáver y la sangre.
- ¿No debería irse? Ya es tarde ¿no crees?
- Si... por supuesto.- Dije temerosa.
Me levanté y me fui rápidamente de vuelta a casa mirando a tras generalmente.
Cuando llegué a casa la luz se había ido a causa de la tormenta que había empezado poco antes de que llegara a casa. Todo estaba envuelto en una oscuridad absoluta. Estaba atemorizada, saqué una linterna del bolsillo, colgué el sombrero y la gabardina en el perchero. Caminé sin un rumbo exacto por la casa. Llegué a lo que parecía el salón y me senté en el sofá.
De pronto, ante mis ojos apareció un hombre, él estaba envuelto en un manto negro. Me encogí, mientras el hombre se acercaba con paso grácil, se paró cuando estaba cerca de mí. Él sonrió, sus dientes brillaban por la luz de mi linterna y eso me hacía tener más miedo aún. Tenía restos de sangre por la cara. Él dio un par de pasos hacia atrás y se abalanzó sobre mí. Antes de recibir el impacto pensaba “¿ La vida se acaba aquí? ¿Este será mi fin?”

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